El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Monday, August 31, 2009

Todo eso era (Y tres años en el canódromo)




Había que vivir las vidas y, cada vez que empezaba una nueva, la anterior estallaba en la garganta: los recuerdos sacudían el corazón como si fuera bicoca, hasta dejarlo tumefacto en su cárcel torácica, y las palabras arañaban la gelatina de las corneas como anzuelos incandescentes.

¿Te apetece andar?

Qué.

Dar una vuelta.

¿Ahora, tan tarde?

Aunque sea a la manzana.

Hace frío.

Bueno.


La miró con detenimiento y la certeza de que ella no levantaría la vista; parecía hipnotizada por las migas de pan rebotando en la superficie de la mesa. Ese olor a colonia dulce. Masticaba a cámara lenta, ausente, de vez en cuando se acariciaba los labios con las yemas de los dedos: un mimo de parque dando de comer a las palomas. Pensó que la imagen fragmentada de ese gesto gacho se quedaría estancada en los pulmones, entrecortándole la respiración para siempre. Alguien en la otra mesa dijo algo y la tristeza le presionó los pómulos con un gesto invisible de caricia homicida. Había aprendido a apretar la boca para no llorar, para ser un hombre entre otros hombres que no lloraban.

Sabe que la cogió del hombro, que le dio dos besos.

Miraba al suelo, porque mirar al suelo se había convertido en costumbre de su vergüenza ante el mundo, ante Dios, ante sí mismo. Una columna retorcida, los pezones caidos: la ley de la gravedad batiendo sus alas de zopilote. Hay que ser un hombre. Tirar hacia delante.

Aunque sea a la manzana.

Claro.


Todo eso era amor.

Javimunoz.com (soloilustracion)



Falla la eñe. Y hubiera puesto Javier en vez de Javi, que suena nono (ñoño), de no ser porque el dominio ya había caído en las manos del porno. Debo la página a la insistencia y buen ánimo de mi amigo Jon García Balenciaga (click), que ha hecho un diseño espléndido, y a mi hermano Miguel, que siempre ha creído en mi arte.

Friday, August 28, 2009

Tiene que haber algo



Veo dos pares de piernas que cuelgan enclenques en el alambre como bastoncillos de cera. Tiene que haber luna, tiene que haber algo flotando bajo el cielo verde de papel pinocho.

y entre susurros:

- Tú te crees que me compro zapatos me compro zapatos y todos me hacen daño.

- Eres perfecta, no hay zapato que te valga.



(La imagen, de aquí)

Tuesday, August 25, 2009

Al otro lado del mar



1

Kleinman recordaba la sensación de alivio que experimentó cuando alzó la vista y la vio en la puerta. En ese instante comprendió que sin Ginger era un extraño en su propia vida.

(Al otro lado del mar, Ethan Canin, 224 páginas/ 15,40 euros)


2

Cuando alguien pide que le recomiende un libro, contesto: ve a lecturas, en eresfea. O mira en rebufo, hay una lista. Sé lo que digo.

Hace un par de años, Josean Pérez me aconsejó la lectura de El emperador del aire, de Ethan Canin. No lo encontré. La semana pasada, di en la biblioteca con Al otro lado del mar.

Por no plagiarle, cito:

Al otro lado del mar es muy bueno. Uno de los pocos libros que construyen el bien en la literatura estadounidense reciente. Canin tiene mentalidad de clásico, es de esos autores que aún cree en la transmisión de los valores culturales entre generaciones. (Leíste, supongo, algunos de sus cuentos maravillosos). En ese sentido, es un tipo anacrónico en la literatura contemporánea de EEUU. Como McCarthy, como el Franzen de Cómo estar solos...


3

En El síndrome Chéjov hay un cuento de Canin, Mentiras.

Monday, August 24, 2009

Relecturas: Pedro Páramo



1

-¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?

-Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: "Aquí se acaba el camino -le dije-. Ya no me quedan fuerzas para más." Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.


(Pedro Páramo, Juan Rulfo. Ediciones Cátedra Letras Hispánicas. 188 páginas/6,5 euros)


2

Mi último encuentro con Juan Rulfo fue casual. En 1986 publiqué en Vogue:

“Sin premeditarlo, he visto a Juan Rulfo y pude conversar con él. Lo encontré en la librería El Juglar; le han ofrendado homenajes nacionales y es célebre en toda América, pero anda solo. Pasó que, sin premeditarlo, miraba unos libros cuando él entraba un poco más allá. Fui a saludarle y antes de hacerlo interrumpió una persona provista de una grabadora que inició, de inmediato, un verdadero asedio de preguntas al escritor; oí cómo en un momento la persona le dijo:

—Su obra es muy corta, ¿por qué no escribe más? —¡Porque no me da la gana! —respondió el maestro Rulfo.

Me causó mucha gracia la situación, lo miré de reojo y me sorprendí, porque él también reía de forma clandestina, reía casi a escondidas, como un niño luego de cometer una maldad, y al verlo inspiraba gran ternura. Su humor es un humor que circula dentro de sí mismo, que no necesita testigos ni nadie que aplauda su gracia; el humor le baila a Rulfo entraña adentro. Para cuando le preguntan la inefable cuestión de por qué no ha producido más tiene una serie de respuestas ya clásicas:

—No escribo más porque prefiero andar de vago. —Porque no quiero. Por eso.

—Porque un escritor es un hombre como cualquier otro. Cuando cree que tiene algo que decir, lo dice. Si puede, lo escribe. Yo tenía algo que decir y lo dije; ahora no creo tener más que decir, entonces, sencillamente, no escribo.

—Porque se me fueron las ganas.

—La verdad es que me ha dado flojera.

—Se me secó el manantial.

—¿Cómo que no he escrito más? Si me tiene usted paciencia, ¡ahorita le leo mi nueva novela!"


(Fragmento de Juan Rulfo, el tiempo detenido, de Waldemar Verdugo Fuentes)

Tuesday, August 11, 2009

Los que escriben (8) La gente, perspectivas



El anciano camina ante un grupo de adolescentes con pantalones caídos que fuman medio tirados en un pretil. “¿A que no hay güevos?”. Uno de ellos se levanta, empuja al anciano, lo tira al suelo. En el suelo le da una patadita de desprecio. Los otros jóvenes se ríen, las dos chicas del grupo permanecen en silencio.
Le dicen viejo. Huele a yerba.
Es verdad, es un viejo. Me gusta la palabra viejo. Anciano tiene nombre de planta rara con flores. Seguro que medicinales, pero planta rara al fin y al cabo. También pienso en ceniza cuando pienso en anciano. Él ha empujado a un viejo. Yo he visto caer a un maestro ya jubilado, que habla seis idiomas, dos de ellos muertos, que tocaba el violín, recitaba el Mío Cid o explicaba la fuerza de coriolis.
Ellos han reído. Los jóvenes no entienden por qué el hombre que venía haciendo footing les ataca con esa furia, deja inconsciente a uno con dos puñetazos. El resto huye casi en calzoncillos; las chicas corren y gritan. “¡Está loco! ¡Nos quiere matar!”.



CONTINÚA EN ERESFEA

(La imagen, de aquí)

Sunday, August 09, 2009

El día antes de la felicidad



Escogí El día antes de la Felicidad de entre las novedades de la biblioteca después de

1) ver la portada (con el título, lo reconozco)

2) leer en la solapa la biografía del autor:

Erri De Luca (Nápoles, 1950) A los dieciocho años participó en el movimiento del 68 y entró a formar parte del grupo Lotta Continua. Después trabajó como camionero, obrero y albañil. Ha estudiado de forma autodidacta el hebreo y ha traducido algunos libros del Antiguo Testamento (según él, «para despertar en el lector la nostalgia hacia el original»).

No me defraudó.

Así, el fragmento que aparece en contraportada (nunca leer la contraportada antes que el libro):

- Son cosas que pasan el día antes.

- ¿El día antes de que?

- El día antes de la felicidad.


(149 páginas/ 13,90)

Thursday, August 06, 2009

Jóvenes hombres lobo



Jóvenes hombres lobo, de Michael Chabon. Nueve cuentos, ocho deslumbrantes. Imprescindible.

(Editorial Debolsillo. 240 páginas/ 8,95 euros)

Wednesday, August 05, 2009

Los que escriben (7) Es la guapura, imbécil



A veces se nos olvidan los valores que mueven la sociedad occidental contemporánea. Y si Clinton tenía colgado un cartelito en el Despacho Oval: “Es la economía, imbécil”, ayer una abuela me recordó otro de esos valores fundamentales. Se paró frente a otra abuela con nieta (unos 15 años, la nieta):
-¡Ay, pero que guapa estás! –dijo la abuela a la nieta de la otra.
-Sí, es verdad -coincidió la abuela con nieta.
La nieta sonrió torpemente herida por el aparato dental.
Las abuelas no hablaron, por ejemplo, de su bondad. Alabaron su guapura (lindura). Y, hay que decirlo, la chica era un retaco, gorda, bizca como Sabrina Boysboysboings y con esa sonrisa que…: un adefesio. Se me replicará que las abuelas sufren una deformación visual e inoperable que les hace ver guapas a las nietas propias y ajenas simplemente con la condición de que crezcan, de que se hagan mujeres. Pero el problema también se da con los nietos de sexo masculino, y se extiende entre los padres, sobre todo con sus bebés.
-Es el bebé más guapo del mundo.
-¿Has visto alguna vez un bebé más guapo? –dice papá o mamá y señala a esa especie de Chucky.
(Y me vienen a la cabeza 324 bebés más guapos, porque he visto pocos).
En ambos casos (ya sumamos abuelos y padres) se habla de lo que interesa, se ha escogido la guapura. Eso ya sería suficiente para comprender qué interesa a un importante porcentaje de la población confundida con la guapura. ¿Y los jóvenes? Esos rebeldes, en cambio, se fijan en el carácter, en la bondad de los otros (espero que se advierta el matiz irónico). En un mundo de ciudadanos solitarios que miran, la guapura es el canon hasta que nos acercamos y sabemos qué quieren tomar, de qué signo del zodíaco (clásico, chino y azteca) son y qué música les gusta.
Y los jóvenes, ¡esos rebeldes!, dicen:
-Es un buen chico (es feo).
-Es una chica buenísima (fea y gorda)


CONTINÚA EN ERESFEA

(La fotografía -La espera- es del gran Sergio Fanjul)

Tuesday, August 04, 2009

Azarel



Azarel, de Károly Pap, posee una solidez como de cuento clásico y la atmósfera narrativa autobiográfica -o semiautobiográfica, aquí- común también a otros (grandes) escritores judíos del siglo XX: recuerdos -a veces dolorosos, a veces distorsionados- condimentados con nostalgia, cierta ironía, crueldad, ternura, humor y referencias a la tradición (en este caso la crítica lleva el peso de la novela). Podría decirse que se trata de un thriller psicológico e intimista, cuyo protagonista es un niño inmerso en una realidad familiar (paralela a la de la Hungría judía) que reconoce extraña, ajena a él, y su búsqueda de la verdad.

En todo caso, en Azarel hay lugar para esa belleza rara en la que se abre una brecha para pensar.

Pero ahora ya no me asustaré más. Soporté los golpes ayer y soportaré el hambre y también que me lleven a la policía y al reformatorio. E incluso a la cárcel. Porque lo he pensado todo durante la noche, pero usted cree que "este niño no lo entiende". Claro que lo entiendo. Y entiendo aún más. Por ejemplo, cómo es Dios si existe. Y cómo son los seres humanos, tanto los judíos y los cristianos. Y más cosas. Porque durante la noche lo he pensado todo.

(Editorial Minúscula, 15 euros, 301 páginas)